11 de fevereiro de 2009

JULIO SOSA


2 DE FEBRERO DE 1926 – 26 DE NOVIEMBRE DE 1964


Julio Sosa vino al mundo en Las Piedras, en la verde floresta que besa a la ciudad pequeña, el 2 de febrero de 1926. En esa casa no sobraba nada, pero había abundancia de amor y de respeto; una familia de gente trabajadora, sufrida, noble y leal, trabajando la tierra desde la mañana a la noche.


SU NIÑEZ

Creció en un clima sano; ropas humildes, en un hogar sin ningún lujo, pero con la leche recién ordeñada - a veces por él mismo -, que lo hizo crecer superando a otros chicos en fortaleza, corpulencia, alegría e inteligencia. En el colegio era el elegido por las maestras, despierto y vivaz, tanto al presentar sus lecciones como cuando leía algún poema de Fernán Silva Valdez.

En su modesta mesita de luz de la casa paterna se juntaban los versos y las prosas de Justino Zavala Muñiz, del ya citado Silva Valdez, de Juana de Ibarbourou, y de Yamandú Rodríguez, entre otros.

Julio crecía e iba transformándose en un adolescente de recia estampa. Las amigas con las que se encontraba en el "Club Olimpia" no ocultaban su atracción por él, sintiéndose orgullosas de bailar entre sus brazos. Ya empezaban a conocerse sus cualidades de cantor.


NACE EL CANTOR

Nació cantor de forma y estilo desde chiquilín. A los doce años ganó un concurso en el recreo "Luces de Canción Chico", en las afueras de Montevideo, con el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera "Cuesta abajo" y con el vals de Santos Lípesker y Homero Manzi "Gota de lluvia". Cobró un premio de diez pesos oro; con parte de él mitigó la mishiadura de algunos amigos suyos, y el resto lo entregó a su madre.

Pese a su corta edad ya tenía decidido su futuro: Lo atraía el tango, y con ese fuego sagrado de los grandes de verdad, vertió esas resonancias que bullían en su interior y cantó tangos no sólo en la capital uruguaya sino en ciudades y pueblos vecinos.

De joven se integró entonces a un conjunto formado por Carlos Gilardoni, pero Las Piedras era demasiado pequeña para sostenerlos; con alguna actuación semanal tan solo podían juntar unos pesos. En Montevideo no les fue mejor, y después de muchas noches solían amanecer en el viejo café "Tupinambá" ante un café con leche y una ensaimada, y a veces algún sándwich que el mozo les acercaba, cargándolo en su cuenta personal.


SUS PRIMERAS ACTUACIONES

Bordeaba los veinte años cuando se le presentó una pequeña oportunidad: un certamen para aficionados que se organizó en el café "El Ateneo" de Montevideo. Con los bolsillos flacos y su única camisa, que había lavado la noche anterior, cuando lo llamaron a participar subió al escenario con todo el desparpajo y el aplomo. Julio cantó "Tarde gris" con el conjunto de Hugo Di Carlo, que eran quienes acompañaban a los competidores. Cuando concluyó su interpretación, Di Carlo lo invitó a incorporarse como vocalista de su orquesta.

Por algunos problemas que había tenido con Gilardoni, y por su condición de menor de edad, mientras integró el conjunto de Di Carlo utilizó el seudónimo de Alberto Ríos. Actuaban en radio y en clubes nocturnos, y su nombre comenzó a sonar en la constelación del tango.

Desvinculado de Di Carlo, pasó a la orquesta del argentino Edelmiro Toto D´Amario, actuando con él en dos temporadas en Punta del Este.


CRUZAR A BUENOS AIRES

El ámbito de acción era cada vez más chico para la dimensión del cantor. Alguien le sugirió cruzar al otro lado del Plata, pero Julio advirtió con desesperación que por más economía que hiciera en sus gastos no llegaba a juntar para el traslado. Varios amigos que confiaban en él no vacilaron en aportar el importe necesario para el viaje y para pasar unos días en Buenos Aires. Con lo obtenido tenía para un pasaje de tercera clase en el "Ciudad de Montevideo.

"Esos amigos queridos a quienes no olvidaré nunca, organizaron una cena de despedida en mi honor en el evocador boliche de la vieja plaza" evocaba Julio tiempo después. El bar "Los Andes" de Jorge Newbery y Córdoba lo contrató por veinte pesos por noche, juntamente con las violas de Fontana y Cortese. El ambiente del viejo café comenzó a alborotarse cuando corrió la voz que cantaba un "oriental" y lo hacía como los dioses. En poco tiempo no alcanzaba el lugar para escucharlo, y debían pedirse las mesas con anticipación.


SU DEBUT

Ensayando a diario y en secreto, su debut se anunció para un primero de abril, en el local "Picadilly" de Paraná y Corrientes.

Gran parte de las mesas estaban ocupadas por los seguidores que Sosa ya había ganado. El sentimiento de responsabilidad de Julio ante tamaño compromiso casi hace posponer el debut, ya que se encontraba, vacilante, en un café cercano, y tuvo que ser llevado en vilo por su "barra" al camarín.

Al fin se decidió y salió, iluminado por el foco del reflector. Le temblaban las manos y un sudor frío comenzó a recorrerlo. El tibio aplauso de los muchachos de la barra no llegó a contagiar al resto de la sala, que había ido a escuchar a la orquesta y no al ignoto cantor.

Luego de los primeros compases, Julio comenzó a cantar. Había ganado la batalla. La voz fluía de su privilegiada garganta con fuerza arrolladora. Al finalizar "Tengo miedo", el ambiente se atronó de aplausos. La barra suspiro aliviada. Luego vino "Lloró como una mujer", y se renovaron los aplausos más fragorosos. La noche se hizo mañana en el prolongado festejo con sus flamantes admiradores.


SU ASCENSO

Corría el año 1953. Un excelente director, Francisco Rotundo, se había quedado con un solo cantor, Floreal Ruiz. Se había ido Enrique Campos y necesitaba un vocalista de nivel para reemplazarlo. Lo convocó a Sosa y le hizo una oferta como para que no pudiera negarse a aceptar: $ 5.000.

Cuando Julio lo comentó con Francini y con Pontier, éstos le dieron un fuerte abrazo, y entre lágrimas le desearon buena suerte.


SU AFECCION Y SU RECUPERACION

Pero llegó un cono de sombra para Julio: le aparecieron pólipos en su garganta. El deterioro era progresivo, y algunos diagnósticos auguraban el alejamiento de la canción. La caída de su voz era notable. La esposa de Francisco Rotundo, Juanita Larrauri, cantante de tangos y dirigente política, lo recomendó al brillante otorrinolaringólogo León Elkin. Llegó la operación y con ella retornó la paz. Julio resurgió, con una coloratura vocal nueva y madura.

En 1957 Armando Pontier se había separado de Enrique Mario Francini, y le pidió a Julio Sosa que completara el trío de vocalistas, conjuntamente con Roberto Florio y Oscar Ferrari.

Poco tiempo después, al notar la preeminencia de Julio Sosa en los principales temas que se hacían, Roberto Florio se sintió desplazado y se alejó de la orquesta.

Viendo la convocatoria de Julio Sosa, Armando Pontier formó con él una sociedad que a partir de su constitución comienza recorrer un sendero de éxitos repetidos, en los que participaba también Oscar Ferrari.


EL ESPLENDOR

Durante cinco años Julio había sido el cantor de la orquesta de Armando Pontier. Ahora había decidido largarse solo a la gran parada de ser cantor solista, y su representante en Buenos Aires comenzó a recibir pedidos para animar los bailes del año 1960. El binomio con Leopoldo Federico aún no se había integrado, pero Federico ya tenía doce orquestaciones que coincidían con el repertorio de Julio Sosa. La combinación resultaba perfecta: Bastaba ensayar dos o tres veces un tema para que el número estuviera listo. Grabaciones, radio, giras; aquel verano de 1960 signó el comienzo de su consagración total.

La voz de Julio Sosa hacía detener a los bailarines; se estaba convirtiendo en el cantor del pueblo. Hacía falta un slogan para él, una definición que fuera a la vez vendedora e identificatoria del nuevo solista que arremetía con fuerza propia en las filas de tango. La tarea fue encargada al jefe de prensa de la grabadora, el periodista Ricardo Gaspari. Y en pocos minutos nació "El Varón del Tango". Así se llamó el primer larga duración, y de allí en adelante el mote se hizo carne en el fervoroso público que seguía sus presentaciones y aumentaba día a día.


DOS HORAS ANTES DEL ALBA

Julio Sosa publicó el 18 de febrero de 1964 su único libro de poemas: “Dos horas antes del alba”, que prácticamente sin publicidad fue un éxito de librería. Dejó impresos en aquellos versos una faceta de su alma inquieta y soñadora. Mostraba en sus pormenores casi grotescos, realidades que lo asqueaban, y también describía con maestría personajes de un acontecer angustiado y problemático. Puede extraerse de su lectura la amarga visión de Julio Sosa con respecto del mundo que lo rodeaba. Su destinatario fue él mismo: Julio, sin exageración fue siempre un hombre en busca de sí mismo.


SUS GRABACIONES

Con Luis Caruso y su cuarteto dejó para el sello uruguayo "Sondor" cinco grabaciones. Luego, con el binomio Francini-Pontier realizó para el sello "RCA Víctor" 15 registros. Con Francisco Rotundo, en el sello "Odeón", llegó a 12 temas.

Con Armando Pontier dejó 34 grabaciones distribuidas en 9 para RCA Víctor y 25 para CBS Columbia. En el mismo sello realizó 62 registros con la orquesta dirigida por Leopoldo Federico y completó 12 temas con las guitarras de Héctor Arbelo.

Melodioso y con buen oído para reproducir variaciones con el silbido, Julio Sosa dejó grabaciones como "Silbando", con Armando Pontier, "En la madrugada", con Leopoldo Federico y "Criollita de mis amores", con Héctor Arbelo y sus guitarras.

A pesar de serles requeridos con asiduidad en los bailes, Sosa se negaba a cantar "El rosal de cerros" y "Dios te salve, m'hijo". Argumentaba que tenían mucha letra y, debido a los bises que siempre le pedían, le hacían forzar demasiado la garganta.


SUS AUTORES PREFERIDOS

Julio Sosa nutrió su repertorio con nueve temas de Carlos Gardel; siete de Enrique Cadícamo, otros tantos de Celedonio Flores; seis de José María Contursi; cinco de Cátulo Castillo y Armando Pontier; cuatro de Federico Silva, Aníbal Troilo, Sebastián Piana, Enrique S. Discépolo, Homero Manzi y Mariano Mores y dos de Agustín Magaldi.


LA CUMPARSITA

"La actuación concluía. Julio había terminado de cantar y ya estaba con el sobretodo puesto, esperando que la orquesta de Leopoldo Federico terminara su última interpretación. Atacaron con "La cumparsita" y de pronto, como en un arranque de inspiración, Julio se quitó el sobretodo, subió al escenario y recitó "Por qué canto así" de Celedonio Flores. Fue el delirio. Los más sorprendidos, los músicos. Y nunca más pudo dejar de hacerlo en sus actuaciones... Así era él, intempestivo, pero bien inspirado...". cuenta el propio Leopoldo Federico.


HABLARON DE JULIO SOSA

"Muchas veces, por falta de tiempo, solía pasarme por teléfono los tangos y los tonos en que los hacía." (Leopoldo Federico).

"Vivía buscando la felicidad, pero cuando la encontraba no sabía conservarla. Creo que era un hombre desolado por dentro, a pesar de su imagen de hombre alegre." (Oscar Ferrari).

"Pocas veces he escuchado un cantor tan completo como Sosa...sin más adornos que los que impone cada tema. Irónico, sentimental, viril... En la primera fila de aquellos que han dedicado su existencia a la música de Buenos Aires."(Juan D´Arienzo)

"Amigo sincero y cordial, es uno de los pocos artistas que habrán de perdurar para siempre en el cariño del público" (Juan Carlos Thorry)

"Un cantor de garra, con fuerza y ternura; un valor que a cualquier músico le hubiese complacido acompañar." (José Basso)

"Pocas veces quise tanto a este país como cuando presencié la devoción popular que nació por Julio Sosa." (Antonio Prieto)

"Si el tango tuviera muchos cantores como Julio Sosa, la música de Buenos Aires se vería honrada como pocas. Gardel y Sosa son, para mí, los dos valores más grandes de nuestro tango" (Enrique Dumas)


SU SÉPTIMO DISCO INCONCLUSO

El 18 de noviembre de 1964, seis días antes del accidente, Julio ingresa a los estudios de CBS en la calle Paraguay para iniciar el trabajo que iba a constituir su séptimo disco long play como solista. Dejó terminados los temas "Siga el corso" y "Milonga del 900". Debido a su fallecimiento, la grabadora editó esos dos temas en un disco simple de 33 r.p.m. En el sobre en que salió a la venta se podía leer un sentido escrito de despedida de todos los integrantes de la orquesta de Leopoldo Federico, con la firma de cada uno de ellos.


UN FINAL ABRUPTO

Un fatal accidente automovilístico truncó su vida a sus jóvenes casi 39 años, y una carrera llena de logros con miras de un futuro de esplendor.

Comentarios que han trascendido los tiempos, ya sea porque alguna base cierta tienen, o ya sea por el simple hecho de mistificar al Varón del Tango, dicen que su vehículo fue saboteado en el sentido que fueron dañados los frenos adrede. Pero eso nunca lo sabremos. Hoy, gracias a la pericia y osadía de un grupo de uruguayos admiradores natos del cantor, sus restos descansan el un mausoleo dedicado a su persona en el cementerio de Las Piedras.

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