22 de fevereiro de 2009

ROSANNA FALASCA

Rosanna Inés Falasca nacía el 27 de abril de 1953 en el pueblo de Humboldt.

Su historia artística no difiere de la mayoría de las cancionistas del tango. En ella la excepción fue su apresurado final en pleno auge, sólo comparable al de Susy Leiva, en un accidente automovilístico.

La música y el canto estaban en su casa, el padre Ado Falasca era sastre y cantor melódico, actuaba en dúos y luego tuvo su propio conjunto. Cuando "Chany" - como llamaban a Rosanna - cumplió los diez años, el papá advierte que canta muy bien, que no tiene voz de niña chillona, que lo hace con una natural impostación.

Muy pronto la incorpora a su grupo musical y a las giras de los fines de semana por pueblos vecinos. Más tarde también, actúan en radio y en canales de televisión de las provincias de Córdoba y Santa Fe. Todo avanza rápidamente. Temas populares, algunos en italiano, conforman su repertorio. Y fue actuando en la ciudad de Rafaela, provincia de Santa Fe, que la escucha un productor y los invita a Buenos Aires.
Pasan tres meses y llegan en marzo de 1969 a la Capital. Casi de inmediato es invitada a presentarse en un café concert en el barrio de San Telmo. En el mes de agosto, su padre la inscribe en un concurso para nuevas voces organizado por el popular programa de Canal 9, "Grandes valores del tango", por entonces conducido por Juan Carlos Thorry.

Su figura esbelta, alta, pelo rubio y lacio, de ojos claros, con una carita agradable, despierta la atención. Sólo conoce un par de tangos, uno es "Madreselva" que lo interpreta en la primera ronda de tres participantes. La eligen ganadora, pero la selección recién empieza. Sin embargo su presencia impactó al público y a los directivos. Hablan con su padre y le proponen sacarla del concurso para presentarla como una de las figuras del programa, con un contrato por cuatro años. A partir de ese instante todo fue vertiginoso. Al año siguiente graba su primer disco larga duración, tiene apenas diecisiete años. Comienzan las giras, primero por Uruguay, luego por casi todos los países de Centroamérica. El cine también aprovecha de su éxito, no con las características del treinta y el cuarenta cuando el tango era lo central y todo giraba alrededor de alguna letra, su presencia es requerida para compartir elencos con rostros de la televisión, con músicos melódicos y con otros que hacían rock, teniendo el rol de hacer algún tema con sabor a tango.
Si bien no nació como cantora de tangos - llego a él por casualidad - el tiempo la definiría como tal.
Actuó en tres películas más, de esas rápidamente olvidables, pero un par de ellas con buena repercusión de público en los países que había visitado en sus giras.
También dejaron un buen resultado económico. Fueron: "Arriba juventud", en la que hacía pareja con un tal "Palolo", adolescente galán olvidado inmediatamente; "Siempre fuimos compañeros" (1972), dirigida por el actor Fernando Siro, con el cantor pop Donald, que se hizo en la ciudad balnearia de Mar del Plata (400 km al sur de Buenos Aires) y finalmente, en 1976, "Te necesito tanto amor", dirigida por Julio Saraceni y haciendo rubro con el cantante melódico Elio Roca.

Su carrera marchaba muy bien, asistía a todo festival que se hacía en la provincia de Buenos Aires y cosechaba público.
Más adelante forma parte de una "movida" que se llamó "Cruzada joven del Tango" junto a María Graña, Rubén Juárez, Reynaldo Martín y otros. Se trató de un intento fallido de reinsertar el tango en los jóvenes. Sus dotes para la canción ciudadana no presagiaban una revolución, un movimiento de multitudes, pero su tono grave y cálido, su atrayente figura física y su personalidad superaban cualquier desliz. Además, estaba en un período de formación. En 1971 graba para el sello Diapasón acompañada por la orquesta de Luis Stazo, entre los temas se destacan los tangos: "Amor de verano" y "Bajo mi piel", ambos de Stazo, el primero con letra de Federico Silva; el vals "Dos corazones" de Francisco Canaro con letra de Ivo Pelay, el éxito del momento "Balada para un loco" de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer y el clásico "Sin lágrimas" de Charlo y José María Contursi. El mismo año pero con la orquesta de Lito Escarso y para el mismo sello registra "Rondando tu esquina", "Más sólo que nunca" y "Madreselva", entre otros. En el año 1975 es contratada por la empresa EMI-Odeón, junto con la orquesta de Raúl Garello, donde hace varios tangos clásicos, entre estos: "El último organito", "Pero yo sé", "La última curda" y "Nostalgias".

Por último en 1982, con la empresa discográfica Polydor graba sus dos últimos larga duración con el acompañamiento de Orlando Trípodi dirigiendo su orquesta y su cuarteto, entre otros registros están, "Sur", "El pañuelito", "Bien criolla y bien porteña" y "La cumparsita". Y fue en ese mismo año que comenzó a correr el rumor de sus problemas de salud. En el mes de noviembre la operan de una grave enfermedad. Enterada de las noticias publicadas dijo en un reportaje: «¡No tengo cáncer!». Lamentablemente el mal avanzaba con rapidez. Su última presentación fue en la tradicional "Botica del ángel", de Bergara Leumann. Alguien le ofreció una quinta en Don Torcuato -a treinta kilómetros de la Capital - para que se repusiera. Fue inútil, allí falleció el 18 de febrero de 1983. Sus restos descansan en su querido pueblo de Humboldt y allí está su mausoleo y una calle con su nombre.

Rosanna Falasca, una voz y una figura que muy difícilmente se borrará del recuerdo de los tangueros de alma.

18 de fevereiro de 2009

Angel Villoldo

Músico y poeta, nació el 16 de febrero de 1861.
Nombre completo: Ángel Gregorio Villoldo Arroyo Seudónimos: A. Gregorio, Fray Pimiento, Gregorio Giménez, Angel Arroyo y Mario Reguero.

Ostenta el título de “Padre del tango”, un poco exagerado porque fueron muchas las circunstancias que originaron esta música rioplatentense. Pero su gravitación fue tan importante en sus inicios y desarrollo que lo hizo merecedor de ese apelativo. Es el gran transformador de los tanguillos españoles, los cuplés, las habaneras, convirtiendo esas músicas en un son del Río de la Plata. Artista por naturaleza, no esquivó ninguna actividad que le permitiera ganar dinero para vivir.
Se comenta que fue tipógrafo, payaso de circo y cualquier otro menester donde le requiriera el arte en alguna de sus expresiones. También fue cuarteador en los barrios alejados del centro de la ciudad, personaje de a caballo que esperaba al pie de las barrancas la llegada de un carro grande o de un tranvía para ayudarlo a subir la cuesta o salir del barro. Esto significaba enganchar el vehículo con una soga amarrada a su caballo y colaborar en el esfuerzo.
De pluma fácil escribió versos para comparsas carnavalescas y numerosos poemas y prosas para famosas revistas de la época: "Caras y caretas", "Fray Mocho" y "P. B. T.". En toda su obra está presente la picardía, y sus diálogos estaban pensados en boca del hombre común y siempre referidos a situaciones reales del inquilinato, del barrio y muchas veces a cuestiones amorosas que retrataban la forma de hablar y comportarse del estrato social bajo de nuestra sociedad.
Su chispa, su fácil verba, le sirvió para entreverarse con payadores y para brindar actuaciones poco académicas y algunas veces decididamente procaces. Siempre acompañado de su guitarra, con armónica adosada, supo contar historias cantando, que enfervorizaban a la concurrencia de los cafetines y tugurios. Para ganarse la vida hizo grabaciones particulares, recitando versos de gusto bastante inadecuado para su personalidad. En 1889 publicó una recopilación de cantos criollos, versos que le pertenecían y que eran para cantar con guitarra.
En 1916 publica otras canciones de hondo contenido patrio titulada “Cantos populares argentinos” en conmemoración al centenario de la declaración de la Independencia del vecino país. Fue autor de un método moderno para aprender guitarra por cifra, denominado “Método América”, por ser editado por la antigua Casa América en 1917. Junto con Alfredo Gobbi y su esposa, la chilena Flora Rodríguez – padres del director y violinista Alfredo Gobbi - marchó a Francia para realizar registros fonográficos contratados por Gath & Chaves, una de las grandes tiendas argentinas de la época. Esto provocó un gran impulso a nuestra música en Europa y muchos de esos discos también se distribuyeron en Buenos Aires. Pero su sitio de preeminencia lo ocupa como compositor.

Sirva como ejemplo de su obra los tangos "El Porteñito", "El esquinazo", "La budinera", "Soy tremendo", "Cantar eterno", este último grabado en 1917 por el dúo Gardel-Razzano. Todos estos temas tuvieron una gran aceptación en las orquestas locales que los incluyeron en su repertorio.
Pero el más importante fue sin duda "El choclo", por su melodía y su cadencia, que seguramente sería el tango emblemático de no haber existido el himno cultural y popular por decreto del Uruguay: "La Cumparsita". A tal punto que una anécdota lo corrobora con exactitud. Durante la primera guerra mundial, el periodista argentino Tito Livio Foppa se encontraba en el frente alemán y en un ágape oficial un músico tocó el piano para agasajarlo e intentó ejecutar el himno nacional argentino, pero en realidad tocó "El choclo".
Otro tango fundamental es "La morocha", de letra sencilla y hecha de apuro para su compositor, el uruguayo Enrique Saborido, que en 1906 tuvo la fortuna de embarcar sus partituras en la Fragata Sarmiento, buque de instrucción de los cadetes de la armada, y es considerado el primer tango que se difundió en Europa. Este singular músico y poeta nos dejó una obra muy extensa entre las cuales se destacan "El torito", "Cuidado con los cincuenta", "Una fija", "Yunta brava", "El cachorrito", "Pineral", "El pimpollo", "Trigo limpio", "La bicicleta", etcétera. Otra de sus obras, la milonga "Matufias”, (también llamada “El arte de vivir”, es un aporte al conocimiento de nuestra historia a partir de una descripción costumbrista impecable, que sintetiza el valor artístico de este singular creador. Ángel Gregorio Villoldo falleció un 14 de octubre de 1919.

El Choclo

Generalmente, se recuerda a José Luis Roncallo por el hecho de haber estrenado el tango de Ángel Villoldo "El choclo". Roncallo dirigía una orquesta de repertorio "ligero" - temas de zarzuelas, valses populares, música criolla - en un elegante restaurante llamado "El Americano", situado en la calle Cangallo (hoy Presidente Juan Perón) frente a la cortada Carabelas. Según cuentan, y todos repiten, en una ocasión, lo visitó su amigo Ángel Villoldo, para proponerle que estrenara allí su nuevo tango. Este relato lo hace Francisco García Jiménez en su libro "Así nacieron los tangos", cuya primera edición data de 1965.
Debido a esa especie de censura que sufre el tango en esa época, se acusa a García Jiménez como el autor de esta y otras versiones no se sabe que tanto fidedignas de que el estreno de “El Choclo” fue muy resisitido, y que finalmente se presentó como música folklórica y no como tango. Para refutarlo, entre otras consideraciones, cita los anuncios de la Editorial Breyer que se publicaban en el diario La Nación, o los avisos del 18 de mayo de 1905, anunciando la edición del tango "El purrete", de Roncallo, y del día 29 del mismo mes y año, de otro tango del mismo autor: "El porteño". Con esto demuestran que el tango era conocido entre "la crema", el público, que según García Jiménez concurría al restaurante, que sin dudas leía La Nación. Y se rebelan contra el mencionado diálogo, porque luego fue tomado como verdad histórica por los hermanos Héctor y Luis Bates en su libro "La historia del tango". Otra controversia se origina en la fecha de ese supuesto estreno. Algunos autores ubican el hecho en 1903 y otros en 1905.
Si tomamos en cuenta un programa de El Americano, fechado el 7 de febrero de 1903, que reseña la lista de temas que serían ejecutados por el sexteto de Roncallo, figuran dos "Danza criolla", una de Roncallo y la otra de Villoldo. Esta última podría ser "El choclo". Si a esto sumamos la investigación de Juan Silbido sobre la vida de Roncallo, en ella nos revela que el compositor se mudó a la ciudad de Rosario en 1904, por lo tanto, si él fue el protagonista del estreno, evidentemente ocurrió en 1903.
Ciertos autores de la época descartan la historia de García Jiménez, no aceptan la teoría de que el tango fue disimulado como "Danza criolla", para no ser reprobado por el dueño o los comensales del restaurante. Todo lo que era música nativa, incluido el tango, en esa época se la generalizaba como danza o música criolla. Los referidos autores creen que detrás de esta historia lo que realmente se pretende fundamentar es la leyenda del tango prohibido, del tango no aceptado por la sociedad rioplatense.

11 de fevereiro de 2009

ROMEO GAVIOLI

Nació en Montevideo, en el barrio La Comercial, el 5 de febrero de 1913.

Cantor, violinista, compositor y director, es el arquetipo del estilo de los años cuarenta, su voz refleja un sentimiento introspectivo que parte de un delicado fraseo y una exquisita musicalidad, cualidades que delatan al músico que lleva adentro. Su forma de interpretación nos transporta a un clima amable, tibio, que nos recuerda a aquellos tenorinos que le precedieron.

Sus hermanos, también fueron músicos. Rolando, dos años menor, fue bandoneonísta de muchas orquestas, entre ellas la de Pedro Laurenz. Lydia fue pianista, tuvo sus propias formaciones y participó en "Los Bemoles", el primer conjunto de Romeo, donde también estuvo Rolando. En 1929, tuvo un breve paso por la orquesta de Juan Baüer "Firpito", como violinista y cantor. Luego, se fue a la agrupación de Héctor Gentile, integrada por Lalo Etchegoncelhay (piano), Héctor Gentile e Isidro Pellejero (bandoneones), Emilio Pellejero y Romeo Gavioli (violines) y Pedro Terrón (contrabajo).

Es importante también, su trayectoria como director de una orquesta afiatada y rítmica, donde las cuerdas se abrazan con los bandoneones, de un modo sencillo y sólido, con un piano bien cadenero, todo lo cual nos remite, a veces, el estilo de Ángel D'Agostino y, en otros momentos, el de Alfredo De Angelis. En síntesis, una conjunción ideal para los bailarines y para los amantes del mejor tango.

No es menor tampoco, su labor como compositor donde sobresalen los tangos: "Mi Montevideo", con versos propios; "Payaso triste" y "Noche campera", en colaboración con Carmelo Imperio y letras de Juan Carlos Patrón; "María del Carmen" y "Yo nací cantando un tango", ambos con José Rótulo; "Pelota de trapo", con Imperio y versos de Enrique Soriano; "Montevideo querido", también con Carmelo Imperio y letra de Miguel Manzi; "Melodía gitana", con Juan Carlos Patrón. Recordemos sus milongas, muchas de ellas con sabor candombero: "El pescado", "La fogata de San Pedro", "Estampa del ochocientos"; "Baile de los morenos", todos con Imperio y versos de Gerónimo Yorio; sus valses: "Dime que vendrás", con Rótulo; "Jardín de Francia", con Antonio Casciani; "Tal vez si tal vez no", con Imperio, y muchos otros temas más.
En su libro "Ochenta notas de tango", Horacio Loriente cuenta su participación en la denominada "Típica de la Guardia Vieja" que, entre junio y julio de 1932, interviene en un concurso de tangos uruguayos, en el cine "Electric Palace", integrada, entre otros, por los hermanos Gavioli, Isidro Pellejero y Lalo Etchegoncelhay. En 1933 comparte con Lalo Etchegoncelhay la dirección de una orquesta en la que también cantaba Panchito Pons, lejos aún de su pase al canto lírico. Viajan a Buenos Aires trabajando en las emisoras Prieto y Cultura.

En setiembre de 1934, se presentan en Buenos Aires con la nueva orquesta de Héctor Gentile, en el cine teatro "París" dentro de la obra "Ya tiene comisario el pueblo". En ella, según las referencias personales de Gentile, Romeo Gavioli era la sensación de Buenos Aires en la imitación de grandes artistas, constituyéndose en la atracción principal del conjunto, a punto tal, que el mismo se disolvió al retornar Gavioli a Montevideo por motivos familiares.

Con los hermanos Etchegoncelhay, Lalo y Freddy, formó el trío "Los Carves" y, después, se sumó el violinista Emilio Pellejero para crear el conjunto "Los Dandys", que en 1935, actuó en las radios Rivadavia, Belgrano y Prieto.

Cuatro años más tarde, fue convocado por Edgardo Donato para cantar en su orquesta, junto a los vocalistas, el matrimonio Lita Morales y Horacio Lagos. Allí achica su apellido por Gavio. La mayoría de los temas que graba, 15 en total, son a dúo o en trío con los otros cantores. Como solista grabó sólo tres piezas: "La melodía de tu corazón", "Tu confidencia" y el vals "Mendocina".

Por esas cosas de la vida, en 1942, la estabilidad de Gavioli en la orquesta comenzó a complicarse, a raíz de un "afaire" amoroso con la cancionista. Entonces Donato decidió terminar con los tres. Inmediatamente después, sobreviene un conflicto gremial y los músicos se van para formar otro conjunto, bajo la dirección del hermano del director, el pianista Osvaldo Donato.

Nuestro cantor regresó a Montevideo y en mayo de 1943 formó su orquesta, inaugurando su época más fecunda. La misma estaba conformada por: José Mateo, Antonio y Juan Blanco (bandoneones); Romeo, Antonio Lacans y David Duzzman (violines), José Kaplán (piano) y Rubén Tobía (contrabajo). Por supuesto, con la voz del propio director.

Fue uno de los precursores de incorporar el candombe en el repertorio de una orquesta típica y, también, un importante compositor de ese género, junto a su amigo Carmelo Imperio.
En 1945, en el Teatro Artigas, participó con su formación, en la representación de la obra de Alberto Vaccarezza, "El conventillo de La Paloma", con un gran suceso. También, actuó y colaboró en la puesta de escena de "El nombre más lindo del mundo", comedia musical de Wimpi, donde también participaron, Carmen del Moral, "El Chato Flores" y el popular, Carlitos Roldán.
Incursionó en el cine con el film "Uruguayos campeones" de Novel Valentín, donde debutó el querido Juan Carlos Mareco, "Pinocho".

A los 44 años, y preso de una fuerte depresión, decide quitarse la vida el 17 de abril de 1957 en su ciudad natal.

ROBERTO FONTAINA

Poeta y autor teatral, nació el 3 de enero de 1900, en Montevideo.

En la época de oro de la canción popular contribuyó a levantar su edificio con resonantes éxitos: "Mama yo quiero un novio", "Garufa", "Niño bien" conjuntamente con J. Collazo y Víctor Soliño, "Andate", y "T. B. C.". Fue gestor y director de la "troupe" «Ateniense», agrupación de estudiantes que como ya sabemos, realizaron durante diez años, desde 1923, recordadas temporadas en Montevideo, Buenos Aires, junto a Víctor Soliño, César Gallardo y otros, originalmente llamada “Troupe Jurídico Estudiantil Ateniense”, que, como dice Horacio Ferrer, «llegó a constituirse, con toda originalidad, en uno de los números de mayor suceso, tanto en el Uruguay como en la Argentina». Luego escribió para la revista escénica en una y otra banda del Río de la Plata, y produjo gran número de letras de tango, casi siempre impregnadas de un fuerte humor, a veces ácido, que fueron bien recibidas y alcanzaron gran difusión. Por su iniciativa se sancionó en el Uruguay la ley de la propiedad literaria, siendo el primer presidente de la Asociación General de Autores del Uruguay (A.G.A.D.U.).
Entre sus obras más renombradas están: “Mama yo quiero un novio”, de la que pueden recobrarse dos versiones atesoradas por los coleccionistas, la de Alberto Vila, del 2 de septiembre de 1928 y la de Roberto Díaz, del 17 de diciembre del mismo año; “Mi papito”, en colaboración con Soliño y música de David Estévez Martín, una curiosa composición traviesamente subtitulada “tango íntimo para piano”, cantada por Olinda Bozán y llevada a la fonografía por Alberto Vila, el 17 de febrero de 1928; “Andate (No te vayas)”, en colaboración con Rodolfo Sciammarella, -quien también compuso la música-, que entre otros intérpretes grabó Libertad Lamarque, el 16 de mayo de 1933. Otras letras destacables son la de los tangos: “Bigotito” y “Qué careta”, en colaboración con Celedonio Flores y “T.B.C.”, con Víctor Soliño. Trató a Carlos Gardel, que no grabó ninguna de sus obras, pero sin embargo cantó algunos de sus tangos, muy especialmente "Niño bien", "Figurita" y "Andáte".
Para el Suplemento Familiar del diario "El Día" del 26 de junio de 1958, dijo lo que sigue: "Estuve conviviendo con Gardel en los tres ambientes en que vivió y triunfó: Buenos Aires, Montevideo y París. Buenos Aires era el lugar de trabajo formal. París fue el campo de la aventura y la gloria. Y Montevideo era realmente para él un rincón de esparcimiento y veraneo. Venía a charlar con sus amigos, a tomar mate interminablemente, a las tertulias inestimables del café "Tupí" y a compartir
la vida de los "ranchos”.
Fontaina era muy afecto a la existencia despreocupada y alegre de -los inolvidables "ranchos" que estaban en la costa o en el Prado. Allí se mezclaba en fabulosas "cantarolas" con mandolinos, acordeones y guitarras que en más de una oportunidad comenzaban al atardecer y terminaban cuando el viento de la aurora batía los médanos de Malvín o el Buceo.
Era infinitamente modesto. Su actuación en público le significaba un verdadero esfuerzo. Entre sus amigos era exuberante, pero ante extraños y gente distinguida era tímido. Sus afectos eran callados. Por esa reticencia es que se sabe tan poco de sus idilios. Lo cierto es que jamás se mareó y siempre supo ubicarse en todas las situaciones con serenidad y lealtad.
Dice en una oportunidad: “en este sentido recuerdo perfectamente una oportunidad en que, sentados a una mesa del "Tupí", estábamos Gardel, Blixen Ramírez, Aubriot Barboza, Razzano y yo. Eran días en los que Gardel estaba declinando inexplicablemente. Y, entre tanto, un nuevo cantor, Alberto Vila, surgía con empuje sorprendente. Como era público y notorio, Vila había empezado con nosotros los de la "Ateniense". Y por eso fue que Razzano, queriendo seguramente recobrar la amistad de Gardel con quien estaba un tanto distanciado, me dijo con tono agresivo: "¡Qué querés con tu pollo Vila! ¡Vos creés que es un éxito y es un fracaso!". Yo negué que fuera mi "pollo". Simplemente era un amigo tanto como lo era Gardel y, además, dije que no era un fracaso. Entonces Razzano, amoscado, me replicó diciendo que yo "no era un amigo". Y cuando parecía que todo iba a terminar en discusión enojosa, se levantó Gardel y le dijo a Razzano: "Calláte Pepe. Estás macaneando. Es cierto que Vila es un éxito. ¿Por qué negarlo?. Roberto no deja de ser amigo mío porque lo sea también de Vila. Por otra parte me alegro del éxito de ese muchacho"»

Fundó y dirigió la empresa S.A.D.R.E.P. que opera hasta el día de hoy, con "Radio Carve" y "Radio Nuevo Tiempo" que originalmente fue “La Voz del Aire”, micrófonos de los cuales nos estamos comunicando con ustedes. En 1933 "Radio Carve" necesitaba una inyección de popularidad. A su pedido, acudió a Carlos Gardel, su gran amigo, pidiéndole que cantara para la radio. Gardel lo hizo casi gratuitamente. Fue la única vez que actuó en una radio uruguaya". Roberto Fontaina murió un 15 de febrero de 1963, aquí en Montevideo.

JULIO SOSA


2 DE FEBRERO DE 1926 – 26 DE NOVIEMBRE DE 1964


Julio Sosa vino al mundo en Las Piedras, en la verde floresta que besa a la ciudad pequeña, el 2 de febrero de 1926. En esa casa no sobraba nada, pero había abundancia de amor y de respeto; una familia de gente trabajadora, sufrida, noble y leal, trabajando la tierra desde la mañana a la noche.


SU NIÑEZ

Creció en un clima sano; ropas humildes, en un hogar sin ningún lujo, pero con la leche recién ordeñada - a veces por él mismo -, que lo hizo crecer superando a otros chicos en fortaleza, corpulencia, alegría e inteligencia. En el colegio era el elegido por las maestras, despierto y vivaz, tanto al presentar sus lecciones como cuando leía algún poema de Fernán Silva Valdez.

En su modesta mesita de luz de la casa paterna se juntaban los versos y las prosas de Justino Zavala Muñiz, del ya citado Silva Valdez, de Juana de Ibarbourou, y de Yamandú Rodríguez, entre otros.

Julio crecía e iba transformándose en un adolescente de recia estampa. Las amigas con las que se encontraba en el "Club Olimpia" no ocultaban su atracción por él, sintiéndose orgullosas de bailar entre sus brazos. Ya empezaban a conocerse sus cualidades de cantor.


NACE EL CANTOR

Nació cantor de forma y estilo desde chiquilín. A los doce años ganó un concurso en el recreo "Luces de Canción Chico", en las afueras de Montevideo, con el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera "Cuesta abajo" y con el vals de Santos Lípesker y Homero Manzi "Gota de lluvia". Cobró un premio de diez pesos oro; con parte de él mitigó la mishiadura de algunos amigos suyos, y el resto lo entregó a su madre.

Pese a su corta edad ya tenía decidido su futuro: Lo atraía el tango, y con ese fuego sagrado de los grandes de verdad, vertió esas resonancias que bullían en su interior y cantó tangos no sólo en la capital uruguaya sino en ciudades y pueblos vecinos.

De joven se integró entonces a un conjunto formado por Carlos Gilardoni, pero Las Piedras era demasiado pequeña para sostenerlos; con alguna actuación semanal tan solo podían juntar unos pesos. En Montevideo no les fue mejor, y después de muchas noches solían amanecer en el viejo café "Tupinambá" ante un café con leche y una ensaimada, y a veces algún sándwich que el mozo les acercaba, cargándolo en su cuenta personal.


SUS PRIMERAS ACTUACIONES

Bordeaba los veinte años cuando se le presentó una pequeña oportunidad: un certamen para aficionados que se organizó en el café "El Ateneo" de Montevideo. Con los bolsillos flacos y su única camisa, que había lavado la noche anterior, cuando lo llamaron a participar subió al escenario con todo el desparpajo y el aplomo. Julio cantó "Tarde gris" con el conjunto de Hugo Di Carlo, que eran quienes acompañaban a los competidores. Cuando concluyó su interpretación, Di Carlo lo invitó a incorporarse como vocalista de su orquesta.

Por algunos problemas que había tenido con Gilardoni, y por su condición de menor de edad, mientras integró el conjunto de Di Carlo utilizó el seudónimo de Alberto Ríos. Actuaban en radio y en clubes nocturnos, y su nombre comenzó a sonar en la constelación del tango.

Desvinculado de Di Carlo, pasó a la orquesta del argentino Edelmiro Toto D´Amario, actuando con él en dos temporadas en Punta del Este.


CRUZAR A BUENOS AIRES

El ámbito de acción era cada vez más chico para la dimensión del cantor. Alguien le sugirió cruzar al otro lado del Plata, pero Julio advirtió con desesperación que por más economía que hiciera en sus gastos no llegaba a juntar para el traslado. Varios amigos que confiaban en él no vacilaron en aportar el importe necesario para el viaje y para pasar unos días en Buenos Aires. Con lo obtenido tenía para un pasaje de tercera clase en el "Ciudad de Montevideo.

"Esos amigos queridos a quienes no olvidaré nunca, organizaron una cena de despedida en mi honor en el evocador boliche de la vieja plaza" evocaba Julio tiempo después. El bar "Los Andes" de Jorge Newbery y Córdoba lo contrató por veinte pesos por noche, juntamente con las violas de Fontana y Cortese. El ambiente del viejo café comenzó a alborotarse cuando corrió la voz que cantaba un "oriental" y lo hacía como los dioses. En poco tiempo no alcanzaba el lugar para escucharlo, y debían pedirse las mesas con anticipación.


SU DEBUT

Ensayando a diario y en secreto, su debut se anunció para un primero de abril, en el local "Picadilly" de Paraná y Corrientes.

Gran parte de las mesas estaban ocupadas por los seguidores que Sosa ya había ganado. El sentimiento de responsabilidad de Julio ante tamaño compromiso casi hace posponer el debut, ya que se encontraba, vacilante, en un café cercano, y tuvo que ser llevado en vilo por su "barra" al camarín.

Al fin se decidió y salió, iluminado por el foco del reflector. Le temblaban las manos y un sudor frío comenzó a recorrerlo. El tibio aplauso de los muchachos de la barra no llegó a contagiar al resto de la sala, que había ido a escuchar a la orquesta y no al ignoto cantor.

Luego de los primeros compases, Julio comenzó a cantar. Había ganado la batalla. La voz fluía de su privilegiada garganta con fuerza arrolladora. Al finalizar "Tengo miedo", el ambiente se atronó de aplausos. La barra suspiro aliviada. Luego vino "Lloró como una mujer", y se renovaron los aplausos más fragorosos. La noche se hizo mañana en el prolongado festejo con sus flamantes admiradores.


SU ASCENSO

Corría el año 1953. Un excelente director, Francisco Rotundo, se había quedado con un solo cantor, Floreal Ruiz. Se había ido Enrique Campos y necesitaba un vocalista de nivel para reemplazarlo. Lo convocó a Sosa y le hizo una oferta como para que no pudiera negarse a aceptar: $ 5.000.

Cuando Julio lo comentó con Francini y con Pontier, éstos le dieron un fuerte abrazo, y entre lágrimas le desearon buena suerte.


SU AFECCION Y SU RECUPERACION

Pero llegó un cono de sombra para Julio: le aparecieron pólipos en su garganta. El deterioro era progresivo, y algunos diagnósticos auguraban el alejamiento de la canción. La caída de su voz era notable. La esposa de Francisco Rotundo, Juanita Larrauri, cantante de tangos y dirigente política, lo recomendó al brillante otorrinolaringólogo León Elkin. Llegó la operación y con ella retornó la paz. Julio resurgió, con una coloratura vocal nueva y madura.

En 1957 Armando Pontier se había separado de Enrique Mario Francini, y le pidió a Julio Sosa que completara el trío de vocalistas, conjuntamente con Roberto Florio y Oscar Ferrari.

Poco tiempo después, al notar la preeminencia de Julio Sosa en los principales temas que se hacían, Roberto Florio se sintió desplazado y se alejó de la orquesta.

Viendo la convocatoria de Julio Sosa, Armando Pontier formó con él una sociedad que a partir de su constitución comienza recorrer un sendero de éxitos repetidos, en los que participaba también Oscar Ferrari.


EL ESPLENDOR

Durante cinco años Julio había sido el cantor de la orquesta de Armando Pontier. Ahora había decidido largarse solo a la gran parada de ser cantor solista, y su representante en Buenos Aires comenzó a recibir pedidos para animar los bailes del año 1960. El binomio con Leopoldo Federico aún no se había integrado, pero Federico ya tenía doce orquestaciones que coincidían con el repertorio de Julio Sosa. La combinación resultaba perfecta: Bastaba ensayar dos o tres veces un tema para que el número estuviera listo. Grabaciones, radio, giras; aquel verano de 1960 signó el comienzo de su consagración total.

La voz de Julio Sosa hacía detener a los bailarines; se estaba convirtiendo en el cantor del pueblo. Hacía falta un slogan para él, una definición que fuera a la vez vendedora e identificatoria del nuevo solista que arremetía con fuerza propia en las filas de tango. La tarea fue encargada al jefe de prensa de la grabadora, el periodista Ricardo Gaspari. Y en pocos minutos nació "El Varón del Tango". Así se llamó el primer larga duración, y de allí en adelante el mote se hizo carne en el fervoroso público que seguía sus presentaciones y aumentaba día a día.


DOS HORAS ANTES DEL ALBA

Julio Sosa publicó el 18 de febrero de 1964 su único libro de poemas: “Dos horas antes del alba”, que prácticamente sin publicidad fue un éxito de librería. Dejó impresos en aquellos versos una faceta de su alma inquieta y soñadora. Mostraba en sus pormenores casi grotescos, realidades que lo asqueaban, y también describía con maestría personajes de un acontecer angustiado y problemático. Puede extraerse de su lectura la amarga visión de Julio Sosa con respecto del mundo que lo rodeaba. Su destinatario fue él mismo: Julio, sin exageración fue siempre un hombre en busca de sí mismo.


SUS GRABACIONES

Con Luis Caruso y su cuarteto dejó para el sello uruguayo "Sondor" cinco grabaciones. Luego, con el binomio Francini-Pontier realizó para el sello "RCA Víctor" 15 registros. Con Francisco Rotundo, en el sello "Odeón", llegó a 12 temas.

Con Armando Pontier dejó 34 grabaciones distribuidas en 9 para RCA Víctor y 25 para CBS Columbia. En el mismo sello realizó 62 registros con la orquesta dirigida por Leopoldo Federico y completó 12 temas con las guitarras de Héctor Arbelo.

Melodioso y con buen oído para reproducir variaciones con el silbido, Julio Sosa dejó grabaciones como "Silbando", con Armando Pontier, "En la madrugada", con Leopoldo Federico y "Criollita de mis amores", con Héctor Arbelo y sus guitarras.

A pesar de serles requeridos con asiduidad en los bailes, Sosa se negaba a cantar "El rosal de cerros" y "Dios te salve, m'hijo". Argumentaba que tenían mucha letra y, debido a los bises que siempre le pedían, le hacían forzar demasiado la garganta.


SUS AUTORES PREFERIDOS

Julio Sosa nutrió su repertorio con nueve temas de Carlos Gardel; siete de Enrique Cadícamo, otros tantos de Celedonio Flores; seis de José María Contursi; cinco de Cátulo Castillo y Armando Pontier; cuatro de Federico Silva, Aníbal Troilo, Sebastián Piana, Enrique S. Discépolo, Homero Manzi y Mariano Mores y dos de Agustín Magaldi.


LA CUMPARSITA

"La actuación concluía. Julio había terminado de cantar y ya estaba con el sobretodo puesto, esperando que la orquesta de Leopoldo Federico terminara su última interpretación. Atacaron con "La cumparsita" y de pronto, como en un arranque de inspiración, Julio se quitó el sobretodo, subió al escenario y recitó "Por qué canto así" de Celedonio Flores. Fue el delirio. Los más sorprendidos, los músicos. Y nunca más pudo dejar de hacerlo en sus actuaciones... Así era él, intempestivo, pero bien inspirado...". cuenta el propio Leopoldo Federico.


HABLARON DE JULIO SOSA

"Muchas veces, por falta de tiempo, solía pasarme por teléfono los tangos y los tonos en que los hacía." (Leopoldo Federico).

"Vivía buscando la felicidad, pero cuando la encontraba no sabía conservarla. Creo que era un hombre desolado por dentro, a pesar de su imagen de hombre alegre." (Oscar Ferrari).

"Pocas veces he escuchado un cantor tan completo como Sosa...sin más adornos que los que impone cada tema. Irónico, sentimental, viril... En la primera fila de aquellos que han dedicado su existencia a la música de Buenos Aires."(Juan D´Arienzo)

"Amigo sincero y cordial, es uno de los pocos artistas que habrán de perdurar para siempre en el cariño del público" (Juan Carlos Thorry)

"Un cantor de garra, con fuerza y ternura; un valor que a cualquier músico le hubiese complacido acompañar." (José Basso)

"Pocas veces quise tanto a este país como cuando presencié la devoción popular que nació por Julio Sosa." (Antonio Prieto)

"Si el tango tuviera muchos cantores como Julio Sosa, la música de Buenos Aires se vería honrada como pocas. Gardel y Sosa son, para mí, los dos valores más grandes de nuestro tango" (Enrique Dumas)


SU SÉPTIMO DISCO INCONCLUSO

El 18 de noviembre de 1964, seis días antes del accidente, Julio ingresa a los estudios de CBS en la calle Paraguay para iniciar el trabajo que iba a constituir su séptimo disco long play como solista. Dejó terminados los temas "Siga el corso" y "Milonga del 900". Debido a su fallecimiento, la grabadora editó esos dos temas en un disco simple de 33 r.p.m. En el sobre en que salió a la venta se podía leer un sentido escrito de despedida de todos los integrantes de la orquesta de Leopoldo Federico, con la firma de cada uno de ellos.


UN FINAL ABRUPTO

Un fatal accidente automovilístico truncó su vida a sus jóvenes casi 39 años, y una carrera llena de logros con miras de un futuro de esplendor.

Comentarios que han trascendido los tiempos, ya sea porque alguna base cierta tienen, o ya sea por el simple hecho de mistificar al Varón del Tango, dicen que su vehículo fue saboteado en el sentido que fueron dañados los frenos adrede. Pero eso nunca lo sabremos. Hoy, gracias a la pericia y osadía de un grupo de uruguayos admiradores natos del cantor, sus restos descansan el un mausoleo dedicado a su persona en el cementerio de Las Piedras.

4 de fevereiro de 2009

ROBERTO GOYENECHE

Apodo: El Polaco Cantor(29 de enero de 1926 - 27 de agosto de 1994)

Si tuviéramos que elegir un personaje síntesis de los últimos treinta años del tango, sin ninguna duda surgiría el nombre del Polaco Goyeneche. No sólo por tratarse de un cantor extraordinario, sino y fundamentalmente, por ser el arquetipo de la última camada de nuestra estirpe y bohemia porteña. La expresividad de su fraseo, el particular modo de colocar la voz, la fuerte personalidad del que conoce la esencia misma del tango, lo distinguen de todos los otros cantores de nuestro tiempo.

El manejo de los acentos y los silencios, el arrastre de alguna palabra de la letra, o el susurro intimista de un verso, lo convierten en un vocalista irrepetible, imposible de ser confundido con otro. Su dicción era perfecta, aún en los últimos años de su vida cuando la decadencia de su voz, lejos de mellar su popularidad lo elevó a la categoría de mito viviente. Algunos lo describen como un "diceur", algo así como un "chansonnier" de los años treinta, pero no comparto esta opinión generalmente expresada para empalidecer su importancia fue un excepcional cantor, que como muchos otros grandes tuvo diferentes etapas para diferentes gustos, pero todas memorables. El Polaco inicia su carrera como cantor de la orquesta de Raúl Kaplún en 1944, a los dieciocho años. En 1952 y en esa misma condición, continúa con Horacio Salgán, junto al cantor Ángel Díaz "El Paya", quien fuera responsable de su apodo. Pocos años más tarde, en 1956, se convierte en el cantor de la orquesta de Aníbal Troilo, todo un reconocimiento a su incipiente carrera.
Este modo de nacer artísticamente es uno de los motivos por el cual Goyeneche entiende el tango como un músico, como un instrumento vocal tal cual lo hicieran los cantores del cuarenta, afiatando su garganta y su fraseo en total armonía con la orquesta. Con el tiempo logra tal perfección, que se permitiría el lujo de iniciar una frase a destiempo cadenciosamente para luego alcanzar las últimas notas al final del compás.

Fue un cultor respetuoso del ritmo, en una época donde la mayoría de los solistas lo fusionan a las baladas, a los boleros o a sofisticadas canciones con aire de tango. El repertorio de Goyeneche fue muy extenso y variado, los tangos bien antiguos y los más modernos desfilan desprejuiciados en su trayectoria discográfica. Grabó "El motivo", de Juan Carlos Cobián y Pascual Contursi, y fue el primero en registrar "Balada para un loco" de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Si se me permite la expresión, el Polaco se apropió de muchos tangos clásicos. ¿Y por qué decimos esto? Por la sencilla razón de haber recreado innumerables tangos cuyas versiones originales tenían nombre y apellido estaban identificadas con otros cantantes y que a partir de su interpretación pasaron a ser emblemáticos de su repertorio. Tales son los casos de "La última curda" (Edmundo Rivero), "Naranjo en flor" (Floreal Ruiz), "Qué solo estoy" (Raúl Berón), "Gricel" y "Garúa" (Francisco Fiorentino), entre otros. También fue un gran intérprete del repertorio de Carlos Gardel. Sus versiones de "Lejana tierra mía", "Siga el corso", "Volvió una noche", "Intimas" y "Pompas" son espectaculares. Cantó mejor que nadie los tangos "Afiches", "Maquillaje" y "Chau no va más" de Homero Expósito y relanzó a una dimensión increíble "Naranjo en flor". Resulta impresionante su versión de "Malena" y conmovedor el registro del tango "Discepolín", hitos en la poesía de Homero Manzi. En cuanto a Enrique Santos Discépolo hizo verdaderas recreaciones de "Soy un arlequín" y "Cafetín de Buenos Aires".
La propuesta de "María" de Cátulo Castillo sugiere una infinita dulzura, pero no podemos dejar pasar por alto que es dueño absoluto de "La última curda" donde su voz patentiza el profundo dramatismo de estos versos que expresan la etapa existencialista de Cátulo. En cuanto a "Pompas" e "Intimas", después de Gardel, las suyas son las mejores versiones. Y qué decir de "Garúa", "Gricel", "Tú", "Cuando tallan los recuerdos", "Ya vuelvo" y tantos otros temas inolvidables.

Fue admirador y amigo entrañable de Aníbal Troilo, como cantor de su orquesta graba 26 temas y unos años después, ya solista, se vuelven a asociar en dos larga duración, titulados "El Polaco y yo" y "¿Te acordás Polaco?". Su carrera ascendente continúa con la dirección de los más grandes maestros de su época, Armando Pontier, Raúl Garello, Atilio Stampone, Baffa-Berlingieri y muchos otros. Se consagra como solista después de brillar como cantor de orquesta y, curiosamente, el fervoroso reconocimiento y la devoción del público llegaría a la madurez de su voz para no abandonarlo hasta su muerte. Yo tuve la suerte de verlo actuar muchas veces, en distintos lugares de Buenos Aires. Pero hoy vienen a mi recuerdo, las mágicas trasnochadas de estudiante universitario, allá por el año setenta. Por primera vez escuché al Polaco cantando tangos a capella en el Bar Amazonas ubicado en la esquina de Marcelo T. de Alvear y Talcahuano en una de las tantas escapaditas que él hacía en los intervalos de sus actuaciones en Caño 14 mítico escenario de la noche porteña que quedaba a la vuelta. Bastante tiempo después me di el gusto de conocerlo, de charlar con él e incluso, de compartir un video donde aparecemos conversando en la mesa de un café y él me tarareaba "Mariposita". Fue grande entre los grandes, y de la mano de Gardel y de sus hermanos Corsini, Charlo, Fiorentino y Vargas, su voz, su garganta con arena, nos seguirá deleitando con el sabor del tango y el perfume cotidiano de las noches de Buenos Aires.

2 de fevereiro de 2009

FRANCISCO CANARO

Apodo: Pirincho
Violinista, director y compositor.
(26 de noviembre de 1888 - 14 de diciembre de 1964)

Uruguayo nacido en la ciudad de San José de Mayo, en la mayor pobreza, que no tuvo estudios, su única opción fue el trabajo. Cuando con su certero instinto encontró el camino de la música, logró lo que se propuso: éxito y fortuna. Y fue el aglutinante de sus compañeros, pues desde 1918 luchó por los derechos autorales, no reconocidos en esos tiempos, hasta culminar en la creación de la actual SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música), fundada en 1935 y cuyo edificio fue erigido en terrenos adquiridos por Canaro.

Sus comienzos se confunden con los de la historia del tango. Tanto que un programa radial de mediados de los '50 acuñó una frase comodín para referirse a cualquier hecho muy antiguo: «De cuando Canaro ya tenía orquesta». Su fortuna dio pábulo, además, a un dicho popular: «Tiene más plata que Canaro», con el que se aludía a la opulencia de alguien. Se cuenta que estando Canaro con Gardel en el hipódromo, éste le pidió quinientos pesos (una suma entonces enorme) para apostar, pero advirtiéndole que se olvidara de la deuda: «Yo soy pobre, y vos tenés toda la guita del país.» Es que al lado de Canaro, hasta Gardel era pobre.

Canaro fue Pirincho desde el alumbramiento mismo. La partera, al tomarlo en sus manos, exclamó al verle tanto pelo y un mechón enhiesto: "¡Parece un pirincho!", aludiendo a un pájaro encrestado, común en el Río de la Plata. La familia llegó pronto a Buenos Aires, donde vivieron en casas de inquilinato (llamadas "conventillos"), en condiciones de extrema pobreza. Antes de cumplir los diez Manzi y Canaro años ya voceaba diarios por la calle. Luego fue pintor de brocha gorda, y se empleó incluso en las obras del Congreso de la Nación.
La música lo atraía. Su primer logro con ella fueron unos tonos que pudo arrancarle a una guitarra gracias a las enseñanzas de un vecino zapatero. Pero lo cautivaba el violín. A falta de dinero para adquirir uno, improvisó su Stradivarius con una lata de aceite y un mango de madera. «El primer tango que saqué de memoria fue "El llorón", de autor anónimo -recordaría muchos años después-. El estuche me lo fabricó mi vieja; en realidad una funda de género, y ya salí a ganar algo de plata en bailes de la vecindad.» Corriendo el 1908 ya estaba decidido que el camino de Canaro estaría en el tango.

Actúa por entonces en los cafés concert que abundaban en el barrio de la Boca y su nombre comienza a ser reconocido. Luego se une a su amigo Vicente Greco y en diversas giras van encontrando la prosperidad que anhelaban. En 1912 comenzó Canaro su trascendental labor de compositor con los tangos "Pinta brava" y "Matasanos". A lo largo de su vida acumuló tal número de obras que hasta hoy se discute cuántas realmente nacieron de su inspiración, y de cuántas se apropió a cambio de favores o dinero. Pero como sostuvo el estudioso del tema Bruno Cespi, «con que Canaro haya compuesto sólo el cinco por ciento de todos los temas que firmó bastaría para considerarlo un grande.»
"Matasanos" lo escribió a pedido de los estudiantes de medicina a punto de recibirse, que en el día de la primavera organizaban los llamados "Bailes del internado". Fue en un baile del internado de los estudiantes de medicina, cuando contratado para presentarse con su conjunto, formado al efecto, por primera vez empuñó la batuta. Su orquesta fue la primera en ingresar en residencias aristocráticas, donde el tango era resistido. Musicalmente sus conjuntos no cultivaron un estilo definido.
Canaro prefirió adaptarse a cada momento, encontrando siempre la manera de conservar su espacio sin entrar en competencia con otros astros del género. Sobre el abultado número de sus grabaciones no hay estimaciones coincidentes: las cifras varían entre 3500 y 7000.

En 1921, para animar los carnavales en el ya desaparecido teatro Opera, de Buenos Aires, formó una orquesta de 32 músicos, masa orquestal desconocida por el tango hasta ese momento. En 1924 concibió la ocurrencia de incorporar un cantor a la orquesta, aunque sólo para entonar el estribillo, breve tema central de cada tango.
Dio así inicio a la era de los "estribillistas" o "chansonniers", el primero de los cuales fue Roberto Díaz.
En 1925 marchó a París, donde el tango hacía furor. Ya estaban allí, entre otros, Manuel Pizarro y sus hermanos, cada uno con una diferente orquesta "Pizarro", y Canaro hizo lo propio con sus hermanos. Había llevado consigo a sus estribillistas Agustín Irusta y Roberto Fugazot, dúo al que unió con el pianista Lucio Demare. El resultante trío triunfaría en España y otros países de Europa por más de diez años. Algunas de sus composiciones exitosas fueron "El chamuyo", "El pollito", "Charamusca", "Mano brava", "Nobleza de arrabal", "La tablada", "Destellos", "El opio", "Sentimiento gaucho", "La última copa", "Déjame", "Envidia", "Se dice de mí", "La brisa", "Madreselva" (anteriormente "La polla") y "El tigre Millán".

Un extraño mal, la enfermedad de Paget, lo condujo a la muerte. Su fortuna fue repartida en partes iguales entre su esposa legal, "la francesa", por un lado, y las hijas nacidas de sus amores con una muchacha del coro de una de sus revistas, por el otro.


LOS CANTORES DE CANARO Canaro fue el propulsor del Chanssonier o estribillista en la Orquesta Típica. Roberto Díaz Charlo (fueron los primeros vocalistas de Orquesta Típica). En el año 1927 Canaro presenta a Agustín Irusta y Roberto Fugazot (que le fueron presentados Lucio Demare en París). También se destacan: Ernesto Famá Francisco Amor Roberto Maida Roberto Arrieta Alberto Arenas Carlos Dante Carlos Roldan Eduardo Adrián Guillermo Coral Enrique Lucero Ada Falcón Nelly Omar